23 de agosto de 2009

La locura de los precios en Caracas y el ‘adiós’ a las ‘delicatesses’

image Queso francés, jamón español, carne argentina, vino chileno o cosméticos suizos han pasado a ser productos prohibidos para la mayoría de los venezolanos, que renunciaron a los bienes importados ante las restricciones de divisas y los límites del control de cambio en vigor.

El queso francés ‘brie’ que solía comprar la familia caraqueña Arismendi pasó de 200 a 580 bolívares el kilogramo en tan sólo una semana. Al tipo de cambio oficial de 2,15 bolívares por dólar, este producto pasó a costar 269 dólares por kilogramo, algo impensable en su lugar de procedencia.

“Me parece que no podré venderlo”, afirma el gerente de la tienda de productos ‘gourmet’ de Caracas, resignado al ver a sus clientes dar media vuelta al escuchar el precio.

El vendedor señala entre otros productos que también tendrá problemas en vender: mantequilla importada a 12 dólares, jamón serrano común a 100 dólares el kilogramo, un vinagre balsámico a 25 dólares, sin hablar del champagne francés de base que supera los 160 dólares.

“De todas maneras, en la calle ya nadie piensa en un dólar igual a 2,15 bolívares. Si se sacaran las cuentas así, mi negocio se acabó”, afirma.

Con la caída del precio del petróleo, los dólares obtenidos por el gobierno venezolano se redujeron y las autoridades se vieron obligadas a establecer un orden de prioridades en las importaciones a las cuales concede divisas. Los productos considerados de lujo quedaron fuera de la lista.

De esta forma, los empresarios que no obtienen del gobierno dólares al precio de 2,15 bolívares van a un mercado paralelo a comprar sus divisas a unas tasas muy superiores, lo cual encarece dramáticamente el producto.

Siendo Venezuela un país eminentemente importador, esta situación afecta a numerosos sectores. Según la patronal, Fedecámaras, un 80% de los productos importados llega actualmente al país con dólares comprados en el mercado paralelo.

Lo importado ya es inaccesible. Un cosmético que compraba a 12 bolívares está ya en 46 bolívares. La carne que pagué en 180 bolívares hace un mes, costó más de 300 esta semana”, enumera la venezolana Coromoto Bautista al hacer sus compras.

En una tienda de ropa de una conocida firma española, numerosas clientes raspan la etiqueta en la que figura el precio en bolívares para saber cuál es el valor en euros de esta prenda en Madrid. Unos zapatos que cuestan más de 400 bolívares en Caracas (133,3 euros) se adquieren por 24,99 euros en España.

“Es mejor comprar un billete de avión e ir de compras a Europa”, afirma Sofía Hernández, administradora de una empresa venezolana. No obstante, la concesión anual de dólares al tipo de cambio oficial para quienes viajan al exterior también fue reducida de 5.000 de 2.500 dólares en el último año.

La subida de los precios de los ítems importados sumada a la escasez de otros productos ha provocado una disparada de la inflación de Venezuela, que en 2008 alcanzó 30,9% y de enero a julio de este año llega a 13,1%.

Según el índice del costo de la vida publicado en 2009 por la consultora Mercer, Caracas es la 15ª ciudad más cara del mundo y la más costosa de América Latina.

Cuando voy al supermercado y veo el total, siempre pienso que hay un error. Los productos de limpieza del hogar, los de aseo personal, los vegetales… Todo ha subido demasiado”, afirma María de Sousa, que trabaja como portera.

Una compra semanal modesta en un supermercado para una familia de cuatro personas no baja de 1.000 bolívares o 465 dólares, es decir más que un salario mínimo mensual, que es de 959 bolívares.

En los restaurantes, la locura de los precios es delirante. Una cena para dos personas en un restaurante medio de Caracas no baja en el mejor de los casos de 200 bolívares, es decir, 93 dólares.

“Pese a todo los restaurantes están siempre llenos. ¿Para qué ahorrar si el bolívar ya no vale nada?”, se pregunta el patrón de un restaurante italiano en la zona este de Caracas.

La locura de los precios cambia los hábitos del venezolano
Por Beatriz Lecumberri
© 1994-2009 Agence France-Presse

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